Aunque ahora no suelo meterme casi nunca en los fogones, lo cierto es que han sido muchos los años en los que he tenido que trabajarme por fuerza el tema de la comida, esto es, cocinar.
Mi repertorio es bastante reducido, aunque hay cosas que podría decir que me salen hasta bien. Hoy os traigo -a exigencia del sr. Benton– una de esas especialidades del chef que, como no podía ser de otra forma, es tan insultantemente fácil de hacer que hasta un mandril con las manos atadas a la espalda sería capaz. Eso sí, el resultado es espectacular. Para hacer aún más sencilla la receta, hoy prescindiremos del nitrógeno líquido y no será preciso introducir la ternera diez minutos en el LHC. Vamos con los ingredientes, apunten, fuego:
- Unos 250 grs/persona de carne de ternera para guisar. Que no sea muy magra u os saldrá dura. Mejor que sea con esa grasilla entreverada para un resultado óptimo. Supongamos que compramos un kilo.
- 1 cebolla grandota.
- 1 cucharada de pimentón dulce.
- 1 vaso de vino blanco.
- Laurel, digamos un par de hojas por ejemplo.
- 2 dientes de ajo.
- Perejil.
- Guindilla (cayena). Aquí a gusto del consumidor. Yo le pongo 3 y pica demasiado para alguna gente. Igual dos es lo ideal, aunque si por mí fuera, le endiñaba cuatro y a disfrutar, que me encanta que pique.
- Aceite. Yo lo echo a ojo, pero me he fijado y serían unos 100ml.
- 1 vaso y medio de agua.
- Sal.
- Guisantes congelados (opcionales).
- Una olla exprés (sí, no es un ingrediente, pero lo aviso a tiempo porque yo la hago así).
Bueno, pues vamos al lío, ¿no? Ponemos en la olla el aceite y los dientes de ajo sin trocear. Cuando los ajos ya estén dorados, se sacan y los dejamos por ahí de momento. Ahora echamos la carne en la olla, ponemos sal y la vamos friendo en el aceite hasta que tenga ese color dorado/marronáceo tan atracativo y sugerente. A mitad de ese proceso de doramiento o doración, le añadimos la cebolla picada, el laurel y la guindilla.
¡Habrás guardado los ajos de antes! Perfecto, porque ahora los echamos en un mortero y los machacamos con perejil. El perejil también es a ojo, pero no es peligroso porque la carne va a salir buena tanto si echas demasiado como si es poco. Cuando esté bien machacado todo, se añade a la olla y ponemos también los guisantes, el pimentón, el vino y el agua.
Y ya está, ahora tapamos la olla exprés y dejamos que se produzca la magia. Treinta minutos desde que el vapor comienza a salir con fuerza (o desde que empieza a girar la válvula, si es de esas) y ¡listo! Enfrías la olla, la abres y te preparas para homenajearte como sólo tú te mereces. Este es el resultado:

Y si la acompañas con patatas fritas, mejor que mejor.
¡Eso es todo! ¿A que no es difícil? Pues nada, si alguien se atreve a hacerla, que me lo cuente. Y que aproveche, claro.